Entre agua, vigas y fe esta es la historia del templo de El Señor de la Paz

León, Guanajuato.– El templo de El Señor de la Paz, enclavado hoy en el Centro Histórico de León, es más que una construcción religiosa: es un testigo silente de inundaciones, reconstrucciones y apropiaciones que marcaron su historia.

Fue en 1625 cuando Marcelino Bravo decidió levantar el templo por primera vez. Por esos años, también se erigía el templo de La Soledad, lo que los convierte en contemporáneos en la historia de la ciudad. Pero tras la muerte de Bravo, la iglesia no siguió el rumbo habitual de los recintos religiosos: pasó a manos de laicos.

Para 1738, el templo ya era propiedad de una mujer, María del Río. Décadas después, su historia tomaría un nuevo giro. En 1888, una fuerte inundación arrasó con la construcción. El golpe fue inevitable: el templo se encontraba cerca del arroyo de Los Gómez y su fragilidad estructural ya era conocida. Desde tiempo atrás amenazaba con venirse abajo.

La respuesta llegó desde la comunidad. El padre Vicente Vizconde y un grupo de voluntarios tomaron la tarea de levantarlo de nuevo, esta vez mejor cimentado, con techo de vigas y bóvedas. Uno de los capellanes posteriores mejoró el templo y el culto, mientras otro voluntario colocó las torres y un reloj que lo caracteriza. Para el 24 de marzo de 1898, se bendecía una capilla anexa dedicada al Sagrado Corazón de Jesús.

Desde sus orígenes, el templo fue consagrado a un antiguo crucifijo conocido como El Señor de la Paz. Fue edificado justo en el sitio donde los indios de El Coecillo atacaban a los primeros habitantes de la Villa de León, y donde los colonos clamaban auxilio al Cristo.

A lo largo del tiempo, el templo también ha sido escenario de hechos históricos. Uno de los más relevantes ocurrió el 20 de febrero de 1864, cuando el obispo Diez de Sollado se revistió ahí tras su entrada a la sede episcopal.

Hoy, El Señor de la Paz permanece como una de las joyas más representativas de la ciudad, no solo por su arquitectura, sino por el entramado de historias que conserva en sus muros.